El alcantarillado de desagüe pluvial a lo largo de la ruta Vergel Luqueño, más conocida como Luque-San Ber, presenta innumerables agujeros, algunos con enorme tamaño tanto en diámetro como en profundidad, desde la vía férrea hasta la zona de Dos Bocas, representando un peligro constante para alumnos de instituciones educativas de la zona como para los demás peatones. En algunos casos son verdaderos pozos y profundas zanjas, que se formaron tras romperse las tapas de los registros que fueron instalados en su momento para limpiar el acueducto subterráneo.
El sinfín de agujeros se encuentran en un tramo de casi seis kilómetros de la ruta Vergel Luqueño, en la margen derecha de la vereda en dirección a San Bernardino, debajo de la cual están los tubos de cemento que forman el alcantarillado de desagüe. Estos boquetes representan un peligro constante y sonante para los peatones y en estos días que empiezan las clases, también para los alumnos de las instituciones educativas de la zona.
En la zona funcionan varias escuelas y colegios, también clubes deportivos, comercios, fábricas, asociaciones, capillas, una cantidad importante de improvisados puestos de ventas sobre la vera del camino, y próximamente se estaría inaugurando el nuevo local de la comisaria Tercera de Luque.
Frente a estas nuevas instalaciones, en proceso de terminación, a escasa distancia de donde termina la avenida Corrales, comienzan a aparecer los hoyos, donde algunos fueron tapados improvisamente por los trabajadores de la nueva edificación, aparentemente por la necesidad que tenían para trasladar en carretilla los materiales de construcción, arena, piedra, etc.
A media cuadra del lugar, un hombre comenta a Luque al Día el accidente que sufrió hace años cuando venía sobre su bicicleta. Según recuerda hoy, cuando llegó al lugar, casi frente al depósito de una conocida casa de materiales de construcción, se topó con uno de estos boquetes y luego de impactar por la abertura del registro de la alcantarilla, voló literalmente con su bicicleta, debido al impacto y a la velocidad con que venía, cayéndose estrepitosamente al suelo como una bolsa de papa.

Los innumerables agujeros son casi imperceptibles y se visualizan por completo solo a corta distancia, cuando ya no hay tiempo para evitar chocar contra las tapas de los registros, generalmente partidas por la mitad, o caer a los pozos que yacen sin ninguna protección. Algunos de estos boquetes son tapados con ramas de árboles en el trayecto donde se encuentra un amplio local de una asociación que pertenece a los empleados de una conocida empresa de Asunción, en el límite entre el barrio Ika’a y la compañía Cañada Garay.
“Yo no sé si es mejor tapar con ramas de árboles estos pozos o dejar a cielo abierto, porque al tapar solamente con ramas, que son frágiles, se podría estar engañando a las personas que pasan por el lugar y por ahí incluso alguien puede caer a uno de ellos y lastimarse mal, señala un lugareño que estaba observando la cobertura de Luque al Día.

A falta de un espacio de esparcimiento por la zona, para caminar, relajarse o hacer ejercicios físicos, muchos vecinos suelen salir a la tardecita para caminar sobre esta vereda de cemento, aunque con la precaución necesaria en la cercanía donde están los boquetes del sistema de alcantarillado.
Increíblemente, un buen tramo de la vereda de cemento en dirección a San Bernardino, a la altura de la compañía Cañada Garay, prácticamente no hay grandes aberturas. Los boquetes de gran tamaño, tanto de diámetro como de profundidad, recién empiezan a pulular a la entrada de la compañía Marín Ka’aguy, donde hay al menos dos instituciones educativas con mucha cantidad de alumnos, que en los próximos días estarán iniciando las clases del nuevo período lectivo.
En un buen tramo de esta zona, los huracos que aparecen son de gran porte, a una distancia de 30 metros uno de otro, algunos ubicados en plena bocacalle por donde salen motos y coches para salir a la ruta principal Luque-San Ber. “Estos agujeros son un verdadero peligro, nosotros ya sabemos el lugar exacto donde están ubicados, por eso podemos esquivar o evitar tranquilamente”, señala a Luque al Día un lugareño que salía con su camioneta para tomar la ruta principal y dirigirse hacia Tarumandy, la compañía de Luque que limita con el municipio de San Bernardino.
En la cuadra hay comercios y bares. Uno de los dueños especifica que estos hoyos permanecen frente a su negocio desde hace bastante tiempo, pero la Municipalidad de Luque no puede intervenir porque la ruta Luque-San Ber, según le informaron, pertenece a la jurisdicción del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC). Uno de los agujeros es el más grande y por su ubicación suele ser el receptáculo de los intensos raudales en días lluviosos.
Donde se concentra la mayor cantidad de boquetes, de gran diámetro y profundidad, es el tramo entre Pozo Azul y Dos Bocas; éste último punto es la bifurcación con destino a Itapuamí y Limpio y a Tarumandy y San Bernardino, respectivamente.

A medida que se avanza hacia Dos Bocas aparecen verdaderas zanjas, boquetes de gran tamaño, tanto en diámetro como en profundidad, que representan un verdadero y mortal peligro para todos los que pasan por el lugar. En la cercanía se encuentran la escuela y el colegio Herreros Bueno y la capilla Santa María, adonde acuden muchos niños, adolescentes y jóvenes en días de clases y de la catequesis.