En una emotiva y solemne celebración, el cardenal Adalberto Martínez, arzobispo de Asunción, ordenó diáconos a tres seminaristas en la Catedral Metropolitana este sábado 28 de junio. Uno de los nuevos diáconos es José Ignacio Jara Noceda, joven oriundo de Luque, quien actualmente realiza su servicio pastoral en la Parroquia San José de Limpio.
La ceremonia comenzó a las 10:00 y se extendió hasta el mediodía, en presencia de numerosos sacerdotes de la Arquidiócesis, seminaristas, directores espirituales, familiares, amigos y feligreses.
Además de Jara Noceda, fueron ordenados Francisco Gabriel López González y Eduardo Salvador Paredes Benítez. Los tres jóvenes concluyeron satisfactoriamente sus etapas de formación y servicio pastoral en distintas parroquias del departamento Central. José Ignacio Jara ingresó al seminario en 2017 y culminó su etapa pastoral en la parroquia limpeña. Francisco López, quien ingresó en 2016, estuvo asignado a la Parroquia San Cristóbal de Asunción, mientras que Eduardo Paredes, también seminarista desde 2017, realizó su misión pastoral en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de Mariano Roque Alonso.
Durante su homilía, el cardenal Martínez destacó la importancia de la vocación sacerdotal y el papel fundamental de las familias y formadores en el proceso de discernimiento y entrega a Dios. “Es como el suelo o el jardín que hace brotar las semillas; así también el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todos los pueblos”, expresó, en alusión al crecimiento espiritual de los nuevos diáconos.
El purpurado subrayó que la vocación es un brote que nace en el corazón y debe estar arraigado en Cristo para renovarse cada día. “Los brotes de cizaña que ahogan el buen trigo serán extinguidos por la gracia de Cristo”, afirmó, citando además la Segunda Carta a los Corintios: “Si uno vive en Cristo es una nueva creación; lo viejo ha pasado, he aquí que ha nacido de nuevo”.

Recordó también el testimonio de humildad de Jesús, quien “siendo Dios se hizo hombre, se anonadó, se hizo nada por nosotros”, citando la carta a los Filipenses. “El fundamento de nuestra fe es Jesucristo, quien sirvió con entrega a los marginados y necesitados, y cuya máxima diaconía fue su muerte y resurrección, acto supremo mediante el cual redimió a la humanidad”.
En otro momento, el cardenal citó a San Ireneo, obispo de Lyon en el siglo II, conocido por su defensa de la fe y su devoción mariana. Lo recordó como “amigo de la paz” y pidió su intercesión en este tiempo de guerras y divisiones: “Que podamos ser como Jesús, servidores de la paz, artesanos de esperanza; que podamos desatar nudos y construir redes de fraternidad, no de enredos”.
Martínez también hizo una reflexión sobre la figura de la Virgen María como modelo de servicio, a quien describió como “la diaconisa del Señor”. “He aquí la esclava del Señor, la servidora del Señor… podríamos decir, la diacona del Señor”, expresó, abriendo una interpretación pastoral sobre el rol de la mujer en el servicio eclesial.

Finalmente, citó el Salmo 46, contenido en el oficio de lectura del día, como una exhortación para los nuevos diáconos a confiar en Dios en toda circunstancia: “Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro siempre pronto en la angustia… El Señor hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra… ¡Basta ya! Sepan que yo soy Dios”.
Concluida la ordenación, los nuevos diáconos inician una nueva etapa de servicio ministerial como paso previo a su futura ordenación sacerdotal.